Las Cruzadas

Las Cruzadas

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 Los pueblos cristianos se sentían indignados al oír las narraciones de los peregrinos, los ataques de que eran víctimas, en su intento por visitar Tierra Santa. El saber que todos los Santos Lugares estaban en poder de los infieles musulmanes llenaba de ira a los cristianos que ideaban la forma de apoderarse ellos mismos de esos tesoros.

 Fue iniciada por Pedro "El Ermitaño", un sacerdote de la diócesis de Amiens, dedicado al retiro, la austeridad, y la práctica de las virtudes cristianas. Emprendió viaje a Palestina, y como él mismo experimentó vejaciones y atropellos por parte de los infieles, formó el plan de retomar la Ciudad Santa por medio de una Cruzada, expulsando de ésta a los bárbaros y liberando el Santo Sepulcro.

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 El principio de la Orden de los caballeros del Temple se debió a Hugo de Paganis o Hugo de Payens, hijo de una familia distinguida unida a los condes de Champaña, cuyo nombre provenía de un castillo cerca de Troyes sobre el Sena.

 El segundo caballero se llamaba Godofredo de San Omer, de la familia de los Castellans de San Omer, en Flandes, la cual subsistió hasta 1617.

 A estos dos caballeros se unieron otros siete franceses. Una crónica del Cister ha conservado el nombre de cuatro: Rossal, Geofredo Bisol, Payen de Montdidier y Archanbaudo de San Agnan. Una carta del rey Balduino nos hace conocer a los otros dos: Andrés y Gondemaro. Andrés pertenecía a la familia de Montbard y era tío materno de San Bernardo de Claraval.

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 La milicia del Temple fue establecida en todos los reinos de Europa durante el maestrazgo de Fr. Hugo, adquiriendo en todas partes por su valor e intrepidez fama y gloria. De ahí es que las plazas y los castillos más amenazados se confiaban a su defensa. En los ejércitos cristianos los Templarios eran los primeros en atacar y arrollar al enemigo, por numeroso que fuera; con tales cualidades y condiciones no es de admirar su progreso, importancia y poder.

 Se le destinó las defensas de las fronteras de Jerusalén, y distribuidas sus fuerzas en destacamentos, vigilaban aquellas, haciendo frente por todos lados, impidiendo las correrías y el merodeo de los infieles. El reino cristiano de Jerusalen se hallaba bloqueado por diferentes príncipes turcomanos, o por los árabes del desierto o por los sarracenos de Egipto. El celo unido al valor de los Templarios y el eco de sus primeras empresas se captaron pronto la admiración y voluntad de los cristianos, así como infundieron terror a los musulmanes.

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 Habiendo el papa Eugenio II publicado la bula de la Cruzada, se convocó una reunión en Vezelay el 31 de marzo de 1146, a la cual acudió una gran multitud de señores, caballeros, prelados y hombres de todas las clases y condiciones.

 El grito de “¡Dios lo quiere!” interrumpió el discurso, como había interrumpido las palabras de Urbano II en el concilio de Clermont. Como el entusiasmo de la multitud aumentaba, san Bernardo profetizó el buen éxito de la Cruzada, amenazó con la cólera divina a los que no peleasen por Jesucristo y gritó como el Profeta: “¡Desgraciado, desgraciado aquel que no llegue a ensangrentar su espada!”

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 Tras la muerte del maestre Blancaflort, fue elegido Fr. Felipe de Naplusa,

 En el mes de septiembre de 1169 Felipe firmó como Gran Maestre del Temple junto con el del Hospital, una donación hecha por Amauri a la comuna de los pisanos orientales.

 Con motivo de los violentos temblores de tierra que azotó Siria, en el año 1170 muchas poblaciones de ambas religiones fueron destruidas. Sin embargo, al divulgarse el rumor de que Saladino sitiaba el castillo de Dauron en Idumea , Amauri salió de Ascalón a toda prisa frente a 2000 hombres de infantería, 250 caballos y algunos hospitalarios, y para aumentar su fuerza se dirigió hacia Gaza, de donde sacó una parte de la guarnición que estaba a sueldo del Temple, al cual pertenecía dicha ciudad.

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6.1.- UNIFICACIÓN ÁRABE

 Tras el fracaso de la segunda cruzada, Nur ad-Din se hizo con el control de Damasco y unificó Siria. En 1163, su general de más confianza, Shirkuh, emprendió una expedición militar hacia el Nilo. Acompañaba al general su joven sobrino, Saladino.

 En 1167, Nur ad-Din envió de nuevo a Shirkuh a subyugar a los fatimíes. Las fuerzas combinadas de egipcios y cristianos persiguieron a Shirkuh hasta que se retiró a Alejandría (...)

6.2.- BATALLAS

 Ricardo desembarcó en Acre el 8 de junio de 1191, e inmediatamente comenzó a supervisar la construcción de armas de asedio para asaltar Acre, que fue capturada el 12 de julio.

 Ricardo, Felipe y Leopoldo V, quien dirigía lo que quedaba del ejército de Federico Barbarroja, iniciaron una disputa sobre el botín de la recién conquistada ciudad. Leopoldo consideraba que merecía una parte semejante en el reparto por sus esfuerzos en la batalla, pero Ricardo quitó de la ciudad el estandarte alemán, que arrojó al foso (...)

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 El Papa Inocencio III (1198-1216) nada más ser elegido Papa convocó la Cuarta Cruzada. Sin embargo, la Cruzada se veía amenazada por la guerra que estaban librando los reyes de Inglaterra, Ricardo Corazón de León y de Francia, Felipe. No obstante, al final accedieron a firmar una tregua que no se pudo llevar a cabo por la muerte de Ricardo durante un asedio.

 Al tomar parte en la cruzada decidieron seguir con la estrategia de Ricardo en la anterior cruzada: la toma de Egipto que era el centro de poder de los musulmanes.

 Para llegar a Egipto decidieron que la mejor forma era por mar y evitar así los peligros de una larga expedición por tierra. Para ello, era necesario alquilar una flota de barcos y acudieron al Dux Enrico Dandolo, gobernador de Venecia.

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 La Cruzada de los Niños fue uno de los acontecimientos más extraordinarios acaecidos en la Europa medieval. En el año 1212, decenas de miles de niños desarmados, autoproclamándose “cruzados”, partieron del Norte de Francia y Alemania Occidental para reconquistar Jerusalén, por aquel entonces en manos de los musulmanes.

 Al no llegar a obtener en ningún momento la aprobación oficial de las autoridades de la época, la Cruzada así emprendida acabó en desastre.

 Muchos miles de niños y muchachos, de edades que iban desde los seis años hasta la plena madurez, abandonaron sus carros y arados, sus rebaños y todo aquello que estuvieran haciendo en aquel momento para marchar a Tierra Santa.

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 Fue un conjunto de acciones militares provenientes de Europa Occidental para retomar Jerusalén y el resto de Tierra Santa derrotando en primer lugar al poderoso estado ayubí de Egipto. El papa Inocencio III y su sucesor, el papa Honorio III convocaron los ejércitos cruzados liderados por las enormes fuerzas militares del rey Andrés II de Hungría (1175-1235) y por los batallones del príncipe austríaco Leopoldo VI de Austria.

 Más tarde, en 1218, un ejército dirigido por el alemán Oliver de Colonia, y un ejército mixto de soldados holandeses, flamencos y frisios dirigidos por Guillermo I de Holanda se unieron a la cruzada.

 En abril de 1213, el papa Inocencio III publicó la bula papal Quia maior llamando a toda la cristiandad a unirse a una nueva cruzada. Esta fue seguida por otra bula, la Ad Liberandam en 1215.

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 La Sexta Cruzada (1228-1229), fue emprendida en 1227 por el emperador del Sacro Imperio romano Germánico, Federico II de Hohenstaufen. La sexta Cruzada fue una cruzada pacífica, ya que se resolvió por medios diplomáticos, evitando así la confrontación militar.

 El emperador Federico II, mientras tanto, había emprendido camino hacia Jerusalem con un ejército relativamente pequeño, habría llegado hasta Acre en septiembre del año 1228 y en febrero del año 1229 celebro un acuerdo con al-Malik al-Kamil, nieto de Saladino y sultán de Ayubí, con el que mantuvo relaciones diplomáticas y de amistad.

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 El papa Inocencio IV creó una Bula señalando el 28 de junio de 1245 como fecha para un Concilio donde asistirían los más importantes dirigentes de Europa. Este Concilio se tuvo en tres sesiones, la primera el 28 de junio, la segunda el 5 de julio y la última el 17 del mismo mes.

 Allí, el papa les anunció las malas nuevas de Tierra Santa. Explicó cómo los Corasminos entraron en la Ciudad Santa de Jerusalén, donde niños, mujeres y ancianos se refugiaron en la iglesia del Santo Sepulcro y fueron asesinados dentro de ese mismo lugar cortando además la cabeza de los sacerdotes.

 En la tercera sesión se acordó una nueva Cruzada y pronto comenzaron a pedirse hombres, armas y dinero para regresar a Tierra Santa.

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 Durante la batalla de Tolemaida, tras la muerte del Gran Maestre Belljoch, y necesitando un líder que los dirigiese, eligieron rápidamente a Fr. Theobaldo Gaudini. Dada la extrema situación en que se hallaban, en compañía de los supervivientes Templarios y Teutónicos, el Gran Maestre Gaudini logró pactar una capitulación honrosa, en la cual se aseguraba de salvar la vida de todos se hallasen donde se hallasen, pudiendo llevarse los objetos que deseasen, y sobre todo que no se atentaría contra el honor de las mujeres y doncellas que se hallaban refugiadas en dicho cuartel del Temple.

 El sultán consintió y envió uno de sus estandartes como 300 turcos al cuartel de los Templarios, para vigilar  todos los conceptos de la capitulación. Sin embargo, la tregua fue rota cuando los caballeros descubrieron cómo los musulmanes abusaban de una doncella. Entonces, el Gran Maestre sacó las armas, derribaron el estandarte de la torre, degollaron a todos los turcos y se atrincheraron de nuevo en la torre, asumiendo que sería a muerte ese combate.

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 Los bienes de los Templarios eran cuantiosos, por lo que el rey de Francia ya había fijado sus ojos en ellos hacía tiempo. Como logró expulsar a los judíos y apoderarse de sus riquezas, pensó en hacer lo mismo con la Orden, pero sabiendo que no podría expulsarlos, decidió poner fin a todos los Templarios.

 Para ello, comenzó a propagar entre la plebe que los Templarios llevaban una vida relajada, que en sus conventos cometían no solo actos vergonzosos contra la naturaleza, sino también que practicaban la idolatría, pedofilia, homosexualidad y todo género de impiedades.

 Convencido el pueblo, el rey se reunió con el papa en Poitiers en la primavera de 1307. Allí, el rey le habló de las acusaciones que se hacían contra el Temple. El papa quiso primero hablar con el Gran Maestre y demás jefes de las otras órdenes para cerciorarse de los cargos que se hacían a la Orden.

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 Una carta escrita al papa desde Chinon el 20 de agosto de 1308, explica los interrogatorios a los que fueron sometidos los Preceptores y el mismo Gran Maestre.

 Jacques de Molay, tras solicitar un día de reflexión, confesó , con el objetivo de salvar a sus caballeros ,que las acusaciones eran ciertas y solicitó en su nombre  que les volviesen a admitir dentro de la Fe. Tras esto, el cardenal Berenguer, escribió al papa informándole de sus confesiones y pidiéndole, en virtud de que se hallaban arrepentidos, la gracia de la indulgencia para con ellos.

 Es de extrañar, sin embargo, que el papa hiciese una bula el día 12 de agosto de ese año, en la que indica la culpabilidad del Gran Maestre y sus caballeros.

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