14.- La Suspensión De La Orden

 Una carta escrita al papa desde Chinon el 20 de agosto de 1308, explica los interrogatorios a los que fueron sometidos los Preceptores y el mismo Gran Maestre.

 Jacques de Molay, tras solicitar un día de reflexión, confesó , con el objetivo de salvar a sus caballeros ,que las acusaciones eran ciertas y solicitó en su nombre  que les volviesen a admitir dentro de la Fe. Tras esto, el cardenal Berenguer, escribió al papa informándole de sus confesiones y pidiéndole, en virtud de que se hallaban arrepentidos, la gracia de la indulgencia para con ellos.

Jacques De Molay Es de extrañar, sin embargo, que el papa hiciese una bula el día 12 de agosto de ese año, en la que indica la culpabilidad del Gran Maestre y sus caballeros.
 ¿Cómo pudo el papa, sin haber recibido noticias de esos interrogatorios porque aún no se habían llevado a cabo, crear una bula en la que se les inculpaba sin ningún atisbo de duda?
 Además, pese a las cartas del papa y los cardenales, indicando que el Gran Maestre y sus caballeros se habían arrepentido de sus delitos, y por esta razón sido absueltos, ¿cómo es que, tras más de un año desde aquellas declaraciones, el Gran Maestre y los suyos no podían oír misa siquiera, y tuvo que suplicar una capilla y un sacristán en 1309 para poder orar, ¿no siendo siquiera escuchado entonces?
 Si estaban reconciliados con la Iglesia y habían sido absueltos, como afirmaban las cartas, ¿por qué no podían participar de los sacramentos y seguían presos?
 La murmuración era general entre el pueblo al ver que todas las posesiones del Temple eran regaladas a los favoritos del monarca.

 Sabiendo el papa que muchos caballeros habían conseguido asilo entre amigos, familiares, nobles y monarcas en Europa, escribió una bula amenazando con la excomunión a todo aquel que cobijase a un Templario, lo ayudase u ocultase.

 Los Comisarios que envió el papa para recoger cualquier defensa de la Orden que hubiere de cualquier persona, entrevistaron. Este hombre dijo que él jamás vio nada impropio en los actos de la Orden y que repetiría lo mismo ante el mismo papa si fuese preciso. Sin embargo, los Comisarios consideraron a este hombre falto de entendederas y no volvieron a llamarle para declarar.

 Por petición de Hugo de Paraudo, visitador de la Orden del Temple, éste fue entrevistado por los Comisarios, ya que deseaba defenderse. ¿Por qué su testimonio no tomado en cuenta como todos los demás?

 Finalmente acudió el Gran Maestre a dar testimonio y defensa de los suyos el 26 e noviembre de 1309.

 Jacques de Molay dijo que deseaba esclarecer la verdad sobre dichas acusaciones. Su intención, asimismo, era que su declaración fuese transmitida a todos los reyes, príncipes y nobles de la cristiandad. Los Comisarios le contestaron que pensase bien lo que había de decir, ya que había confesado en Chinón contra sí mismo y contra la Orden y contra la herejía se actuaba directamente, sin dar al acusado abogado ni consejos.

 Los Comisarios procedieron leyéndole sus propias confesiones en Chinon, pero cuando el Gran Maestre escuchó lo que decían las actas, hizo dos veces el signo de la cruz y les dijo que si esos hombres no fuesen lo que eran expresaría su indignación de otra manera. Y como los Comisarios le respondieron que no admitirían desafío alguno, el Gran Maestre añadió que si pudiera Dios castigar a los falsarios con el mismo suplicio con el cual los sarracenos y los tártaros castigan a los calumniadores, les cortarían la cabeza y les abrirían el vientre.

 Al oír esto los Comisarios insistieron en que la Iglesia castigaba a los herejes con severidad.

 El varón Guillermo de Plazian, caballero del rey, que se hallaba presente pero no obedecía a nadie, pidió hablar en privado con el Gran Maestre, tras esta charla, Jacques de Molay solicitó que le diesen de plazo hasta el viernes para elaborar su defensa.

 El papa creó un edicto en el que autorizaba a todos aquellos que deseasen defender a la Orden a hablar ante la Comisión sin miedo a represalias. El 3 de febrero de 1310 tuvo lugar dicha Comisión y a ella fueron conducidos muchos Templarios, que, cargados de cadenas, deseaban defender la Orden.

 Todos los caballeros negaron las acusaciones y pidieron que se les devolvieran sus hábitos, arrancados por los hombres del rey, y que les dejasen participar de los sacramentos. Sus peticiones fueron apuntadas por el Tribunal pero no accedieron a ninguna. A continuación, se leen algunas de las declaraciones de los Templarios ese día. Unos dijeron que querían defender la Orden hasta la muerte; otros, hasta el fin; uno dice: "Yo jamás he confesado los crímenes imputados a la Orden y nunca los confesaré, porque son calumnias, y me atrevo a decir y creer que Dios obraría un milagro si se daba al mismo tiempo la comunión a los que afirman y a los que niegan ”. Otros dijeron que en presencia del papa habían mentido y deseaban retractarse.

 Muchos mostraron pruebas de los tormentos que habían padecido para que confesasen esos crímenes, mostrando huesos desprendidos, bocas desencajadas, dientes arrancados…. La Comisión hizo caso omiso de estas pruebas.

 El lunes 2 de marzo de 1310 el Gran Maestre fue conducido otra vez frente a la Comisión.
 Los Comisarios "Nosotros os preguntamos si queréis defender a la Orden del Temple ".
 El Gran Maestre "El papa se ha reservado mi juicio, mandadme conducir a su presencia y yo diré lo que convendrá ”.
 Los Comisarios "Nosotros no procedemos contra vos como a persona particular, no tenemos ni el derecho ni la voluntad para ello, estamos solamente encargados de proceder contra la Orden”.
 El Gran Maestre "Escribid al papa, que éste nos llame a mí y a los otros jefes, a fin de que nos oiga y nos juzgue ”.
 Los Comisarios "Nosotros os prometemos escribir al papa lo que deseáis y lo haremos lo más pronto posible ”.

 Nada consta, sin embargo, en el proceso, de que los Comisarios cumpliesen su palabra. El Gran Maestre no fue nunca presentado ante el papa. El sistema de defensa de Jacques de Molay decía “Yo estoy entre hierros y cadenas, yo estoy acusado, el Romano Pontífice se ha reservado mi causa y mi juicio, que se me presente ante él y después de haber oído mi defensa que sentencie y falle.

 El 14 de Marzo los Templarios que habían hablado intentando defender la Orden, fueron conducidos al salón del palacio del obispo de París. Eran 90 caballeros, y una vez allí, rodeados por fuerzas armadas, los Comisarios mandaron leer a los notarios los poderes que el papa les había conferido.

 El sábado 28 de Marzo, los Comisarios mandaron conducir a 546 Templarios al jardín del palacio episcopal de París, en ellos no se encontraba el Gran Maestre ni los preceptores de la Orden.

Papa Clemente V Del 30 de Marzo al 11 de Abril la Comisión envió mensaje a todas las prisiones francesas para preguntarles si alguno de los Templarios encerrados quería defender la Orden.

 Desde prisión contestaron que deseaban defender a la Orden pero antes deseaban hablar con el Gran Maestre o alguno de sus superiores. Los  Templarios Fr. Reginaldo de Pruino y Fr. Pedro de Bononia presentaron a la Comisión una enérgica protesta sobre la prisión de sus hermanos, el secuestro de sus bienes, y el procedimiento que se hacía contra la Orden.
 Valientes fueron también las defensas presentadas por Fr. Juan de Monte Real, catalán, y excelentes los medios de justificación ofrecidos por 75 comisionados de los Templarios presos en París.

 La noble firmeza de más de 900 Templarios que se ofrecieron entonces para defender su Orden, de los cuales la mayor parte se había retractado de sus declaraciones afirmando que habían sido arrancadas bajo torturas, causó una inmensa sensación en París.

 El 30 de Abril fue presentado Fr. Juan de Juvigniaco, preceptor de la casa de Vauben, el cual dijo: "Yo he declarado delante del papa, no me preguntéis más sobre los mismos artículos ”. Tras estas palabras, la Comisión interrumpió la sesión.

 El 2 de Mayo la Comisión presentó a 28 Templarios para tomarles declaración de nuevo.

 El 5 de Mayo presentó la Comisión a 8 testigos, y los 4 defensores del Temple protestaron, pidiendo que se les diese los nombres de estos testigos a los que no conocían y no creían que fuesen Templarios. Los Comisarios levantaron la sesión.

 Por la mañana del 10 de Mayo los 4 defensores pusieron de manifiesto a la Comisión los temores de lo que iba a suceder, presentando su protesta y apelación, y los Comisarios se desentendieron de sus palabras. El 12 de Mayo el Concilio de Sens había condenado a las llaJuicio A Los Templariosmas a 54 Templarios.

 Todos ellos habían intentado defender a la Orden y se habían retractado de sus declaraciones. Aquellos a los que no consiguieron hacer hablar fueron condenados a cadena perpetua en prisión. Ante la encarnizada defensa de esos 54 Templarios, el Concilio pidió consejo a la Santa Sede. El Concilio duró hasta el día 26 del mismo mes. Las actas de dicho Concilio se perdieron.

 Cuando fueron conducidos a la hoguera, una muchedumbre, entre ellos amigos y familiares de las víctimas, suplicaban que confesasen, aunque fuese mentira, para librarse de ese tormento. Pero ninguno lo hizo.

 En el Concilio de Senlis murieron en la hoguera otros 9 caballeros, de los cuales solo se conservan 2 nombres: Clemente de Gran Villars y Lucas de Sornay. En la declaración de Fr. Roger de Gran Villars, pariente de Clemente, confiesa haberse recibido en la Orden de forma ilícita, sin embargo, cuando declaró dijo que sus hermanos se habían investido correctamente y no había visto ni oído nada que les condenase. Este hombre, mediante su confesión, salvó la vida. En Alemania, el Concilio de Maguncia reunido por las órdenes apremiantes del papa, estaba deliberando sobre el modo de proceder contra los Templarios cuando de improviso se presentó ante la Asamblea el Comendador Fr. Hugo de Silvestris acompañado de 20 Templarios armados de punta en blanco y con el hábito de la Orden. A dicho Concilio se presentaron 49 testigos, de los cuales 38 eran Templarios y el resto extraños a la Orden. Todos declararon su inocencia y en su vista, el Concilio se declaró a favor de los acusados.

Fr. Hugo De Silvestris En España, los Templarios de Castilla y León fueron citados en número de 30 y todos afirmaron la inocencia de la Orden. Tres sacerdotes extraños al Temple, declararon que habían confesado y asistido a la hora de la muerte de muchos Templarios y estaban convencidos de su inocencia. Tras esto, fueron unánimes los votos del Concilio y se les declaró inocentes.

 Los Templarios de Aragón y Cataluña, vistas las crueldades que cometían en Francia contra sus hermanos, se hicieron fuertes en sus castillos desafiando al poder de Jaime II que mandó sitiarles; no obstante, el Concilio de Tarragona los declaró inocentes.

 En el Concilio de Londres, después de largas discusiones, se deliberó que los Templarios fuesen separados unos de otros e interrogados de nuevo y los que se negasen a hablar se les sujetase al tormento, pero de manera que no fuesen mutilados, ni tuvieran heridas incurables ni violenta efusión de sangre.

 Cuando el papa supo de esta decisión, escribió al rey de Inglaterra así: "Vos habéis prohibido emplear las torturas en el proceso de la Orden y sus caballeros, y así estos rehúsan confesar la verdad, ¡oh caro hijo mío! Considerad atentamente si esto conviene a vuestro honra, a vuestra salvación y al estado de vuestro Reino ”. Aún así, no lograron que confesasen.

 El 17 Octubre, reunidos los Comisarios queriendo proceder a la recepción de testigos, mandaron comparecer a Fr. Guillermo Chambonet y a Fr. Bertrán de Sartiges, para que, como defensores de la Orden, vieran jurar los testigos y oyeran las disposiciones.

 Dichos hermJaime II De Aragónanos protestaron que persistían las apelaciones presentadas y reclamaban la presencia de Fr. Reginaldo de Pruino y Fr. Pedro de Bononia ya que ellos habían sido elegidos para la defensa del Temple. Los Comisarios, por toda respuesta, contestaron que Fr. Reginaldo y Fr. Pedro habían, voluntariamente, renunciado a la defensa de la Orden y revocado su retractación. Fr. Pedro, tras su renuncia se había escapado de la cárcel, por consiguiente estaba desaparecido, y Fr. Reginaldo se hallaba en tal estado que no podía ser admitido para defender la Orden y había sido degradado por el Concilio de Sens.

 Sin defensores, la Orden quedó a merced de sus enemigos, continuando los Comisarios el procedimiento recibiendo testigos y tomando declaraciones desde el 18 de diciembre de 1310 hasta el 26 de mayo de 1311.

 En el proceso original consta que la Comisión papal tomó el juramento a gran número de testigos que debían declarar, y sin embargo, ni fueron presentados después ni interrogados, ni oídos. El número de estos testigos fue 26.

 En la época en la que los Comisarios reanudaron el procedimiento, todo se había cambiado, las hogueras encendidas en París, Senlis, Reims, y en muchas otras ciudades de Francia habían consumido a los  más intrépidos Templarios que se habían ofrecido defender la Orden hasta la muerte; un gran número de caballeros valerosos expiraban en las cárceles.

 Para defender a la Orden se habían presentado voluntarios 90 templarios, según las actas del proceso, pero a ninguno se le tomó declaración.Templarios Ajusticiados En La Hoguera

 El 10 de Agosto de 1312, Guillermo, Arzobispo de Tarragona, que aún no había concluido el proceso contra los Templarios de Aragón, Valencia y Cataluña convocó un nuevo Concilio para finalizar el procedimiento. Si bien es cierto que los Templarios de los tres Reinos se habían hecho fuertes en sus castillos, finalmente fueron capitulando ante Jaime II que los encarceló sin consideraciones hasta esa fecha.

 El 26 de octubre el Arzobispo expidió un edicto de citación y el 4 de noviembre el Concilio, unánimemente falló a favor de los Templarios. Este proceder condenaba indirectamente la conducta del papa que había abolido en el Concilio de Viena a la Orden del Temple.

 Aquellos Templarios que fueron quedando libres de las cárceles huían al extranjero, volvían al seno de sus familias e intentaban rehacer sus vidas –algunos se casaron- y otros, incapaces de olvidar tantos tormentos sufridos, se desahogaban continuamente en secreto o en público acusando a sus jueces de barbarie e inhumanidad. Uno de estos desafortunados Templarios, que se distinguía por sus ataques contra el papa, fue conducido de Nápoles a Avignon y presentado ante el mismo Clemente V que le amenazó con nuevos suplicios si continuaba con sus declaraciones, a lo que contestó el Templario:

 "¿Qué cosa he de temer de Vos, Pontífice inhumano ? ¿Una muerte injusta puede hacerme culpable a los ojos de Dios ? Los que han sido sacrificados a vuestra venganza tienen que temer menos vuestras amenazas, que Vos las suyas. A los pies del Soberano juez es donde veremos cual de los dos ha sido más a propósito, o de temer con cobardía las amenazas de un juez corrompido, o de resistirle en su presencia por confesar la verdad ”. Clemente V le condenó a la cárcel para que sufriese nuevos tormentos y finalmente le condujo a la hoguera. Mientras preparaban la pira, el Templario se dirigió nuevamente al papa así: "Escucha, indigno ministro del Todopoderoso y respeta las últimas palabras de un moribundo, yo me apelo al verdadero Dios de esa inicua sentencia que acabas de pronunciar contra mí; yo te emplazo a su tribunal así como al Rey Felipe, tu cómplice, para responder a mis cargos”.

 El Templario murió en las llamas. Pero lo más extraño fue que sus palabras se cumplieron y los dos artífices del complot se reunirían pronto con él.

 El rey de Francia, impaciente por deshacerse del Gran Maestre y de los altos cargos de la Orden, aún vivos, urgió al papa para que los juzgase. Éste, sin embargo, no queriendo verlos en persona, escribió a sus cardenales para darles la autoridad necesaria para juzgarles y condenarles si fuera preciso.

 El 18 de Marzo de 1314 se mandó levantar un tablado frente al atrio de la catedral de París, donde la Comisión pronunciaría su sentencia y frente a dicho tablado se levantó otro en frente donde estarían los acusados.

 A la hora señalada acudieron los cardenales de la Comisión, así como los presos, cargados de cadenas, éstos últimos eran: Fr. Jacques de Molay, Gran Maestre; Fr. Hugo de Peraudo, visitador de Francia; Fr. Geofredo de Gonavilla Gran Preceptor de Aubernia y Poitu; y Fr. Guido Delfín de Aubernia, Comendador de Normandía.Jacques De Molay En La Pira

 Se procedió a leer las acusaciones y finalmente la Comisión les condenó como herejes a un castigo ejemplar. Mientras hablaban, estaban construyendo las piras a sus espaldas, para infundirles temor y que confesasen sus crímenes. Concluido el discurso, leyó la sentencia en la que se les condenaba a prisión perpetua con la advertencia de que, si querían salvar la vida, debían declarar su culpabilidad.

 Con respecto al Gran Maestre, cuando le preguntaron si deseaba confesar sus crímenes, sacudió sus cadenas y avanzó hasta el borde del tablado; allí proclamó una vez más su inocencia, la de la Orden, la iniquidad de sus enemigos, las atrocidades a los que les habían sometido y finalmente profirió todo tipo de improperios contra los cardenales y prelados que componían el Tribunal.

 No pudiendo uno de los Cardenales soportar las palabras del Gran Maestre, trató de hacerle callar dirigiéndose al pueblo pero Molay exclamó:

 "Oíd, jueces inicuos, lo que voy a decir por última vez. Como quiera que al fin de la vida no sea tiempo de mentir sin provecho, yo niego y juro por todo lo que puedo jurar, que es falso todo lo que antes de ahora se ha acriminado contra los Templarios, y lo que de presente se ha referido en la sentencia dada contra mí, por que aquella Orden es santa, justa y católica. Yo soy el que merezco la muerte por haber levantado falso testimonio de mi Orden, la cual antes ha servido mucho y sido muy provechosa a la religión cristiana, e imputándoles delitos y maldades contra toda verdad a persuasión del papa y del rey de Francia; lo que ojala yo no hubiera hecho. Sólo me resta rogar, como ruego a Dios, si mis maldades dan lugar, me perdone; y juntamente suplico que el castigo y el tormento sean más graves, si por ventura por este medio se aplacase la ira divina contra mí, y pudiese mover con mi paciencia a los hombres a misericordia. La vida ni la quiero ni la he menester, principalmente con tan grande maldad como me convidan a que cometa de nuevo. ¡Ay! ¿De qué me servirá prolongar días tan tristes que no serían debidos sino a la calumnia? Yo sé los suplicios que han afligido a todos los caballeros que han tenido valor para revocar las falsas confesiones, no obstante el espectáculo terrible que se me presenta no es capaz de hacerme confirmar la primera mentira por una segunda. A una condición tan infame, yo renuncio de buen corazón a la vida ”.

 Ante estas palabras también el Delfín se une a él y clama por su inocencia, lanzando acusaciones contra el Tribunal. Esto causó una gran impresión a la muchedumbre que estaba presente en la sentencia. La Comisión decidió dejar la sentencia del Gran Maestre y del Delfín para el día siguiente, y así se hizo. Mientras, comunicaron al rey lo acontecido quien votó junto a su Consejo por la pena capital.

 Se mandó encender la hoguera.  Mientras, más de seis años habían transcurrido desde que el Gran Maestre y sus caballeros fueron hechos presos. La hoguera que acabaría con Molay y el Delfín se encontraba en la punta de la pequeña isla que formaba el Sena en aquélla época, en el mismo lugar en que después se colocó la estatua ecuestre de Enrique IV. A la derecha se encontraba el viejo palacio del Louvre y no muy lejos de allí la célebre Torre de Nesle. El pueblo de París fue convocado por pregoneros para que asistiese por la tarde del mismo día 18 a la ejecución.

 Cuando llevaron a los presos, la multitud observó los hábitos con la cruz roja de ambos y guardaron silencio. Mientras les conducían hasta las piras, amigos y familiares les suplicaron que confesasen cualquier cosa antes que morir así. Pero no consiguieron nada salvo que los dos condenados, a voz en grito, reafirmasen su inocencia y condenasen al rey y a papa por los crímenes que estaban llevando a cabo.

 Ataron a los condenados a poca distancia el uno del otro y encendieron las piras.

Ejecución De Jacques De Molay Quedó en la memoria popular las últimas palabras del Gran Maestre mientras veía acercase a la muerte, apeló al Juicio de Dios, citando ante su Tribunal no solamente a Clemente V, en cuarenta días, sino también a Felipe el Hermoso para responder dentro del año a sus acciones.

 Un testigo ocular, Godofredo de París, cita textualmente las palabras pronunciadas por Molay: "Et je vous prie… que devers la Vierge Marie… Dont Nostre Seignor Christ fust nez: Mon visage vous me tornez…".

 Asimismo, el continuador de la historia de Guillermo de Nangis dice que la formidable apelación que hizo el Gran Maestre, citando al Tribunal de Dios, tanto al papa como al rey de Francia, causó cierto terror y espanto en el ánimo de los espectadores, quienes desde ese momento consideraron al Gran Maestre como un mártir víctima de la venganza de los poderosos de la tierra.

 En vano las actas del Concilio de Viena fueron ocultadas o suprimidas, los padres del Concilio que habían acudido a él, publicaron los detalles del escándalo y violencia de que habían sido testigos y casi víctimas.

 Cuando Clemente V recibió la noticia de la muerte del Gran Maestre y del Delfín se sintió inmediatamente atacado por vómitos y disentería, siendo ineficaces los remedios que le prepararon. Atrapado por su repentina enfermedad quiso emprender viaje a Burdeos pero falleció repentinamente en el camino, en Roquemaure en la noche del 19 al 20 de abril de 1314.

 En cuanto al rey de Francia Felipe el Hermoso, la efímera existencia que arrastró tras la muerte del Gran Maestre no pudo ser más cruel y aterradora.   Por una parte la nobleza y el clero coaligados contra el monarca con motivo de nuevos impuestos que le obligaban a sujetar con mayor tiranía al pueblo o revocar cuanto había hecho para extender su despotismo; por otra parte, las princesas esposas de sus tres hijos eran acusadas de adulterio. Todo ello provocó que el rey cayese en una grave enfermedad de la que no se encontró cura posible. Finalmente murió el 29 de septiembre de 1314, sin recibir los sacramentos de la Iglesia y dentro del año emplazado por el Gran Maestre.

 Estas páginas han sido un breve resumen de la formidable historia de la Orden del Temple. Los datos que aquí se han citado han sido sacados de La Historia General de la Religiosa y Militar Orden de los Caballeros del Temple, desde su origen hasta su extinción, obra escrita según documentos originales por D. Mateo Bruguera y refundida por D. Francisco de A. Rierola y Masferrer en 1889. La documentación es muy extensa y aquí he resumido los momentos más significativos de la Orden.

Larga Vida al Temple

Visto 1 veces Modificado por última vez en Lunes, 14 Diciembre 2020 13:48
Valora este artículo
(15 Votos)
Más en esta Categoría: « 13.- El Arresto De Los Templarios

Déjanos Tu Comentario