La Cruzada de los Niños fue uno de los acontecimientos más extraordinarios acaecidos en la Europa medieval. En el año 1212, decenas de miles de niños desarmados, autoproclamándose “cruzados”, partieron del Norte de Francia y Alemania Occidental para reconquistar Jerusalén, por aquel entonces en manos de los musulmanes.
Al no llegar a obtener en ningún momento la aprobación oficial de las autoridades de la época, la Cruzada así emprendida acabó en desastre.
Muchos miles de niños y muchachos, de edades que iban desde los seis años hasta la plena madurez, abandonaron sus carros y arados, sus rebaños y todo aquello que estuvieran haciendo en aquel momento para marchar a Tierra Santa.
Eso hicieron pese a la voluntad de sus padres, parientes y amigos, que intentaban sin éxito que cejaran en su empeño. De repente, se veía a alguno correr detrás de otro para hacerse con la cruz. Y así, en grupos de veinte, cincuenta o cien, enarbolaban sus estandartes y partían con rumbo a Jerusalén.
No obstante, su expedición no mantuvo este entusiasmo hasta el final: Algunos dieron media vuelta en Metz, otros en Piacenza.
Al mismo tiempo otro “ejército” de niños cruzados se estaba formando en Alemania. Su líder era un muchacho de Colonia llamado Nicolas y se tiene noticia de que atrajo en torno suyo a unos 50.000 seguidores.
Al contrario que Étienne, Nicolas incluía un pequeño grupo de adultos en “su ejército”, aunque con toda probabilidad no estaban al mando.
Estos cruzados atravesaron Alemania e Italia cruzando los Alpes, llegando hasta Roma donde fueron recibidos por el Papa. La mayoría fueron retenidos si bien un buen grupo de ellos se embarcaron a Tierra Santa en donde pelearon como auténticos cruzados.